
San Pedro Nolasco era muy bueno, tanto que se gastó toda su herencia, que parece ser que era un fortunón, en salvar cristianos cautivos de los moros. Un día se le apareció la Virgen y le dijo que fundara una Orden dedicada a eso y que sus hábitos fueran de color blanco y el bueno de Pedro no lo dudó ni un momento, que cuando las órdenes vienen de tan alto, bueno es obedecerlas. Así fundó la Orden de los Mercedarios, venga salvar pobres esclavos, y tan santo era que el mismo rey Jaime I dijo que, sin sus oraciones, no hubiese podido conquistar Valencia ni muchos otros lugares que conquistó (de ahí su sobrenombre). Pero lo que me ha motivado de este santo es que, siendo un joven así, como de mi edad, subió a la montaña de Montserrat y aunque, como el que les escribe, estaba en edad de merecer y de buscarse una buena novia, una vez en el monasterio se dio cuenta de que quería entregar su pureza a la Virgen.
Yo he subido a Montserrat y me he sacado el carnet. Por algo se empieza.

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