
Y Saulo, que era malo de solemnidad y se pasaba los días apresando a todos los cristianos que encontraba, se dio de narices en el suelo cuando escuchó esta voz que, no se crean, se le presentó con un halo de luz que lo dejó ciego por unos días, durante los cuales él ni comió ni bebió, entre el susto, la caída y la ceguera. La voz, claro, era de Dios, del mismísimo Jesucristo, que debía ya de estar cansado de la persecución imparable y sañuda de este hombre contra la gente que creía en Él y Saulo, que era listo, se dio cuenta enseguida. Después, un elegido del Señor, que ya estaba sobre aviso y esperaba al malísimo de Saulo, lo recibió, le devolvió la vista por imposición de manos y lo llenó del Espíritu Santo. A Saulo le cayeron escamas de los ojos, escena que imagino y se me ponen los pelos de punta, ya que debió de ser de esas cosas que uno no olvida en su vida y entonces se bautizó de inmediato y, claro, comió, porque al volverse bueno, vista y
hambre le retornaron y, una vez saciado, también tuvo a bien cambiarse de nombre y se puso Pablo, que es más normal que Saulo, que no sé por qué pero me suena a pasta de sopa. Y así, Pablo, que llegó a ser San Pablo Apóstol, se convirtió y consiguió que una gran cantidad de gente llegase a Dios ya que él mismo les llevaba su palabra, la buena nueva y se hartó de escribir epístolas.
No sé por qué lo celebramos hoy, 25 de Enero. ¿Sería un 25 de Enero cuando Saulo vio la luz? Probablemente no, pero algún día hay que conmemorarlo y hoy es tan buen día como mañana. Así que he pensado: mira, vas a escribir cada día algo sobre el santo que se celebra y, de paso, intentarás imitarle en alguna de sus acciones, para demostrar hasta qué punto es difícil la santidad; y no hablemos de las dificultades que encontrarían los santos de otros tiempos traídos a este siglo XXI, que, de caerle escamas de los ojos a alguien, ¿quién iba a imponerle las manos? Nadie, le darían de lleno con un láser, como poco.
Hoy empiezo, no imito a San Pablo porque tengo hambre, pero me acerco a él porque, a partir de hoy y, si Dios quiere durante un año, me voy a dedicar a caminar por los senderos de la santidad, pidiendo la ayuda del santo del día y escribiendo aquí mis experiencias.
“Et dixi, nunc coepi.”
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