
Ya que empezamos con San Pablo, hoy seguimos con él, concretamente con sus discípulos más queridos, Tito y Timoteo que se convirtieron en su mano derecha e izquierda. Fue Tito, sin duda, la diestra, ya que nos dicen que era un hombre activo y enérgico, cosa que choca con su nombre, ya que, lo primero que he pensado es que el santo de hoy era un señor bajito, de mejillas sonrosadas y con sombrero de bombín, que nadie me pregunte por qué, son cosas del subconsciente. Tratando de imitar a San Tito en alguna de sus proezas, me he dado cuenta de que fue un gran evangelizador en lugares exóticos y yo hoy tenía que preparar un examen de Geografía, así que no podía ir muy lejos. Luego he reparado en que Tito de Creta, tuvo un gran contratiempo inicial: no era judío, así que no estaba circuncidado. Eso era un problema terrible en aquellos días y en aquel entorno: Tito participaba en las reuniones de la Iglesia de Jerusalén y era el único que se conservaba tal y como su madre lo trajo a este mundo. Muchas fueron las presiones a las que fue sometido para que llevase a cabo esta delicada operación, pero el hombre se resistía y San Pablo le apoyaba (¡San Pablo me cae mejor cada día!). Más adelante fueron los mismos apóstoles Pedro y Juan, los que tuvieron que ser convencidos de que Tito no hacía mal a nadie conservándose intacto, pero a Santiago fue más difícil convencerlo. Así que he pensado: yo, que soy gentil como Tito, nunca he sentido atracción por circuncidarme, pero claro, ahora es difícil que nadie me lo pida. Con habilidad y determinación por cumplir mi cometido, he llamado a tres personas, lo que sería equivalente a la asamblea, los dos apóstoles digamos “fáciles” y Santiago, el más duro de pelar.
Primera llamada, mi amigo Luis.
-“Oye, por favor, ¿me puedes pedir que me circuncide?”-

-“ ¿?”-
-“De verdad, tienes que pedírmelo.”-
Momentos de dura negociación y poco entendimiento, como San Tito, pero al revés, ni mi amigo Luis, ni el siguiente, que fue Álvaro, estaban por la labor de que hiciese algo así. Cuando obtuve las dos negativas (a cambio de futuras cervezas y explicaciones detalladas), busqué un hombre más duro y me acordé de mi tío abuelo Jacinto, algo sordo.
-“Tío, por favor, ¿puedes pedirme que me circuncide?”-
Me tocó escuchar la mejor faena de Manolete, dos ligas de Kubala y lo ma
l que lo está haciendo el gobierno con los pobres pensionistas y todo eso para que al final me dijese:
-“Sí, sí, hijo, tú mismo, la juventud estáis más preparados.”-
Se me helaba la sangre pero recordé que San Tito tenía un avalador que era San Pablo, el que mediaba siempre para que no tuviese que hacer aquello que no era necesario, así que recurrí con urgencia a mi madre:
-“Dile al tío Jacinto que me diga que no, que me diga que no, ¡por Dios!”-
Mi madre se puso al teléfono, charló un rato con él y al cabo de un momento me pasó el aparato. Mi tío chillaba unos “¡no!” que escuchaba el vecino. Con eso tuve suficiente.
Así pues, mi misión de hoy ha sido imitar a San Tito de Creta, que, además de evangelizar y recibir muchas cartas de San Pablo, se conservó entero hasta la muerte. Veremos qué me depara mañana.
P.S.: Yo creo que mi madre comentó a mi tío (“perico” de toda la vida) que me quería hacer socio del Barça.