sábado, 30 de enero de 2010

30 de enero -Beata Carmela García Moyón-


Yo los sábados los llevo muy pillados: clases, catequesis… No me queda tiempo para deleitarme en la elección de esas personas especiales que están rigiendo este año 2010 para mí. Pero he encontrado a esta señora que, por lo visto, tenía mucho en común conmigo: guapetona, regordeta, amable de trato y ¡catequista! Vamos, casi primos hermanos. Naturalmente me aventaja en muchas cosas, sobre todo en el valor que le echó cuando la mataron, en 1937, camino de Montserrat, y soltó un “¡Viva Cristo Rey!” que, junto a su vida ejemplar, le ha valido su beatificación. Espero que la canonicen pronto, ya que ser catequista no está lo suficientemente valorado ni considerado profesión de riesgo, pues ya ves, ¡que se lo cuenten a mi admirada Carmela!

viernes, 29 de enero de 2010

29 de enero -San Pedro Nolasco-

Esto pasaba entre 1189 y 1266, más o menos.
San Pedro Nolasco era muy bueno, tanto que se gastó toda su herencia, que parece ser que era un fortunón, en salvar cristianos cautivos de los moros. Un día se le apareció la Virgen y le dijo que fundara una Orden dedicada a eso y que sus hábitos fueran de color blanco y el bueno de Pedro no lo dudó ni un momento, que cuando las órdenes vienen de tan alto, bueno es obedecerlas. Así fundó la Orden de los Mercedarios, venga salvar pobres esclavos, y tan santo era que el mismo rey Jaime I dijo que, sin sus oraciones, no hubiese podido conquistar Valencia ni muchos otros lugares que conquistó (de ahí su sobrenombre). Pero lo que me ha motivado de este santo es que, siendo un joven así, como de mi edad, subió a la montaña de Montserrat y aunque, como el que les escribe, estaba en edad de merecer y de buscarse una buena novia, una vez en el monasterio se dio cuenta de que quería entregar su pureza a la Virgen.
Yo he subido a Montserrat y me he sacado el carnet. Por algo se empieza.

jueves, 28 de enero de 2010

28 de enero -San Julián de Cuenca-





Sí, sí, claro, hoy es Santo Tomás de Aquino y parece que no haya otro santo posible. Pues mira, a mí me ha parecido que era muy loable dedicarme a este señor que, habiendo nacido en Burgos en el siglo XII, acabó en Cuenca para ser obispo en unos tiempos que aquello estaba lleno de cristianos, musulmanes y judíos, que vendría a ser como una discoteca en “happy hour”.
San Julián, hombre de costumbres sencillas, se quitaba la mitra, dejaba el báculo apoyado por ahí y ¡hala! a fabricar cestillos de mimbre que luego repartía entre los pobres. No sé yo si era afición o era para quitarse el estrés de estar todo el día convirtiendo a tanta gente diferente, pero le salían tan bien, que, dicen, que el que tenía un cestillo fabricado por Julián, no enfermaba nunca y, si no andaba demasiado fino, se curaba sólo con tenerlo entre sus manos. Y así, humildemente, se nos fue San Julián, un santo que me ha caído muy bien, y que antes de lo de los cestos, se había dedicado a evangelizar por España llevando sólo un crucifijo, un breviario y una muda, ya ven ustedes, con lo que nosotros metemos en las maletas. Claro que Lesmes iba con él, pero no creo que fuera Mary Poppins.
Este diario me está sirviendo para aprender muchas cosas y darme una buena dosis de disciplina. Como la que he usado para intentar, con mayor o menor fortuna (juzguen ustedes), imitar a San Julián “el cestero”, como se le llama con cariño. He pillado frío, me he torcido un dedo y un perro ha intentado morderme, pero sigo firme en mi tarea de emular a los grandes hombres y mujeres que nos ejemplarizan día a día. Debo reconocer que mis cestos no curan nada y el perro se ha comido un par de ellos, ¡santa paciencia!





miércoles, 27 de enero de 2010

27 de enero -Santa Ángela de Mérici

Resulta que Santa Ángela de Mérici era una señora veneciana que vivió allá por la época del Renacimiento. Mostró gran piedad desde muy niña, hasta el punto de que, por no verse tan guapa y que los mozos no la mirasen, se untó los cabellos con hollín y miel, cosa que he pensado hacer hoy, ya que el gran mérito de Santa Ángela fue el de fundar la Orden de las Ursulinas y yo es que no me veo capaz, además que voy siempre corriendo de un lado para otro, tengo deberes, soy muy joven y todo eso… Así que, ¡mira que tengo el pelo bonito!, pero ya estaba por el sacrificio y además daba gracias a Dios de que tocase hoy, que no es tiempo de moscas ni avispas, cuando he leído otro fragmento de la vida de la santa que me ha venido al pelo (nunca mejor dicho). Resulta que un día, cuando Ángela gozaba ya de gran fama como persona docta y pía, se le acercó un estudiante vestido muy a la moda y con gran lujo, llevando una hermosa pluma en el sombrero. Pidió consejo a la ilustre dama ya que quería, según le explicó, ser sacerdote. Ángela, que le vio la pluma le respondió:
-“A usted le hace falta más modestia y sencillez, así que procure mejorar antes de tomar ese estado.”-
Parece ser que el joven quedó muy afectado, se enmendó y llegó a ser un buen sacerdote.
Pues bien, andaba yo pensando en esto y en mis cabellos que debían ser dulcemente barnizados, cuando, de repente, me he cruzado con una especie de turista que, desafiando este frío día de enero, lucía ligero de ropas y ¡con una esbelta pluma en su regional tocado! Ni corto ni perezoso me he acercado, he afeado su conducta regida por la vanidad y, de paso, le he recomendado un par de tiendas de ropa de franela y lana, más que nada para que cubriera sus desvergonzadas desnudeces. Acto seguido le he aconsejado que suprimiera esa altiva pluma y el hombre, que en el fondo no era malo, sólo una víctima de la moda germana, la ha ingerido entre lágrimas de arrepentimiento. Cuando nos hemos separado debo dejar constancia de que su tos me ha preocupado ligeramente, pero estoy contento del resultado del día.
La miel la he untado en pan, que es más propio.

martes, 26 de enero de 2010

26 de enero -San Tito-

Ya que empezamos con San Pablo, hoy seguimos con él, concretamente con sus discípulos más queridos, Tito y Timoteo que se convirtieron en su mano derecha e izquierda. Fue Tito, sin duda, la diestra, ya que nos dicen que era un hombre activo y enérgico, cosa que choca con su nombre, ya que, lo primero que he pensado es que el santo de hoy era un señor bajito, de mejillas sonrosadas y con sombrero de bombín, que nadie me pregunte por qué, son cosas del subconsciente. Tratando de imitar a San Tito en alguna de sus proezas, me he dado cuenta de que fue un gran evangelizador en lugares exóticos y yo hoy tenía que preparar un examen de Geografía, así que no podía ir muy lejos. Luego he reparado en que Tito de Creta, tuvo un gran contratiempo inicial: no era judío, así que no estaba circuncidado. Eso era un problema terrible en aquellos días y en aquel entorno: Tito participaba en las reuniones de la Iglesia de Jerusalén y era el único que se conservaba tal y como su madre lo trajo a este mundo. Muchas fueron las presiones a las que fue sometido para que llevase a cabo esta delicada operación, pero el hombre se resistía y San Pablo le apoyaba (¡San Pablo me cae mejor cada día!). Más adelante fueron los mismos apóstoles Pedro y Juan, los que tuvieron que ser convencidos de que Tito no hacía mal a nadie conservándose intacto, pero a Santiago fue más difícil convencerlo. Así que he pensado: yo, que soy gentil como Tito, nunca he sentido atracción por circuncidarme, pero claro, ahora es difícil que nadie me lo pida. Con habilidad y determinación por cumplir mi cometido, he llamado a tres personas, lo que sería equivalente a la asamblea, los dos apóstoles digamos “fáciles” y Santiago, el más duro de pelar.
Primera llamada, mi amigo Luis.
-“Oye, por favor, ¿me puedes pedir que me circuncide?”-
-“ ¿?”-
-“De verdad, tienes que pedírmelo.”-
Momentos de dura negociación y poco entendimiento, como San Tito, pero al revés, ni mi amigo Luis, ni el siguiente, que fue Álvaro, estaban por la labor de que hiciese algo así. Cuando obtuve las dos negativas (a cambio de futuras cervezas y explicaciones detalladas), busqué un hombre más duro y me acordé de mi tío abuelo Jacinto, algo sordo.
-“Tío, por favor, ¿puedes pedirme que me circuncide?”-
Me tocó escuchar la mejor faena de Manolete, dos ligas de Kubala y lo mal que lo está haciendo el gobierno con los pobres pensionistas y todo eso para que al final me dijese:
-“Sí, sí, hijo, tú mismo, la juventud estáis más preparados.”-
Se me helaba la sangre pero recordé que San Tito tenía un avalador que era San Pablo, el que mediaba siempre para que no tuviese que hacer aquello que no era necesario, así que recurrí con urgencia a mi madre:
-“Dile al tío Jacinto que me diga que no, que me diga que no, ¡por Dios!”-
Mi madre se puso al teléfono, charló un rato con él y al cabo de un momento me pasó el aparato. Mi tío chillaba unos “¡no!” que escuchaba el vecino. Con eso tuve suficiente.
Así pues, mi misión de hoy ha sido imitar a San Tito de Creta, que, además de evangelizar y recibir muchas cartas de San Pablo, se conservó entero hasta la muerte. Veremos qué me depara mañana.
P.S.: Yo creo que mi madre comentó a mi tío (“perico” de toda la vida) que me quería hacer socio del Barça.


lunes, 25 de enero de 2010

25 de enero -La Conversión de San Pablo-

-“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”-
Y Saulo, que era malo de solemnidad y se pasaba los días apresando a todos los cristianos que encontraba, se dio de narices en el suelo cuando escuchó esta voz que, no se crean, se le presentó con un halo de luz que lo dejó ciego por unos días, durante los cuales él ni comió ni bebió, entre el susto, la caída y la ceguera. La voz, claro, era de Dios, del mismísimo Jesucristo, que debía ya de estar cansado de la persecución imparable y sañuda de este hombre contra la gente que creía en Él y Saulo, que era listo, se dio cuenta enseguida. Después, un elegido del Señor, que ya estaba sobre aviso y esperaba al malísimo de Saulo, lo recibió, le devolvió la vista por imposición de manos y lo llenó del Espíritu Santo. A Saulo le cayeron escamas de los ojos, escena que imagino y se me ponen los pelos de punta, ya que debió de ser de esas cosas que uno no olvida en su vida y entonces se bautizó de inmediato y, claro, comió, porque al volverse bueno, vista y
hambre le retornaron y, una vez saciado, también tuvo a bien cambiarse de nombre y se puso Pablo, que es más normal que Saulo, que no sé por qué pero me suena a pasta de sopa. Y así, Pablo, que llegó a ser San Pablo Apóstol, se convirtió y consiguió que una gran cantidad de gente llegase a Dios ya que él mismo les llevaba su palabra, la buena nueva y se hartó de escribir epístolas.
No sé por qué lo celebramos hoy, 25 de Enero. ¿Sería un 25 de Enero cuando Saulo vio la luz? Probablemente no, pero algún día hay que conmemorarlo y hoy es tan buen día como mañana. Así que he pensado: mira, vas a escribir cada día algo sobre el santo que se celebra y, de paso, intentarás imitarle en alguna de sus acciones, para demostrar hasta qué punto es difícil la santidad; y no hablemos de las dificultades que encontrarían los santos de otros tiempos traídos a este siglo XXI, que, de caerle escamas de los ojos a alguien, ¿quién iba a imponerle las manos? Nadie, le darían de lleno con un láser, como poco.
Hoy empiezo, no imito a San Pablo porque tengo hambre, pero me acerco a él porque, a partir de hoy y, si Dios quiere durante un año, me voy a dedicar a caminar por los senderos de la santidad, pidiendo la ayuda del santo del día y escribiendo aquí mis experiencias.
“Et dixi, nunc coepi.”